Artículo y fotografías de Juan Francisco Mollá Agulló, publicado en El Crisol, nº 51, diciembre-enero 2010/11.
Jaime Mollá Candela
Instancia solicitando escuela. Archivo Histórico de Elche.
"Ma mare m'envia a l'escola
en un llibre sense lletres,
i a la primera lliçó
m'envia el mestre a fer punyetes"
Torrellano siempre ha estado revuelto, periódicamente han surgido movimientos vecinales que han reivindicado algo tan básico como es una educación digna para sus hijos, acorde con los tiempos. Esto es algo en lo que realmente ha merecido la pena invertir tiempo y esfuerzo, pues la educacuón es uno de los activos que siempre llevaran nuestros hijos consigo, siendo el propósito de este artículo contar cuál fue ese primer movimiento que luchó y consiguió que se implantara una escuela en Torrellano, cómo fue mejorando, dando tributo al esfuerzo de aquellos vecinos y a los niños que acudieron a esas clases.
Los primeros movimientos asociativos se produjeron en las décadas de 1870 y 1880 donde entre los convecinos nació una conciencia y una necesidad de dotar a sus hijos de algo que les permitiera ser personas instruidas, que supieran leer y escribir, y de esa forma tener posibilidades en la vida, y algo casi tan importante, que jamás les engañaran por falta de conocimientos, pues el analfabetismo es el abono perfecto para el abuso y el robo.
Se hace difícil imaginar como era Torrellano de aquellos lejanos años, pero debía de ser algo así como hoy Torrellano Bajo o Saladas, no debía de existir nada que se asemejara a un núcleo urbano pues serían un grupo de casas diseminadas, de hecho ni siquiera se había construido la estación del ferrocarril, y según la instancia de 1883, de la que más adelante hablaré, vivían en las partidas de Torrellano Alto y Bajo 180 vecinos (con sus familias, la mayoría numerosas, siendo habitual 7 y 9 hijos).
En cuanto a las personas que hicieron posible esa primera escuela diré que eran de diversa condición pero con el convencimiento de que lo que solicitaban era justo y necesario, así había gentes con más y menos recursos, con más o menos acceso a la cultura, la mayoría llauradors de blusa negra, colaborando los maestros en esas demandas educativas, pero hay un dato escalofriante que da idea de la magnitud del problema al que se enfrentaban: según el censo de 1860 nadie en Torrellano sabía leer ni escribir.
Desde que a comienzos del siglo XIX el liberalismo moviera todos los resortes políticos necesarios para que el sistema educativo fuera digno y propio de un país libre, esto es: igual, completo, universal, gratuito y público, pasó mucho tiempo hasta que esto pudiera llegar a las gentes más humildes. El caso es que la ley disponía que hubiera una escuela primaria por cada quinientos vecinos, o una en cada pueblo si es que podía pagarla (la escuela primaria corría a cargo de los ayuntamientos), siendo "obligatoria" de los 6 a los 9 años, habiendo varios tipos de escuelas: elementales completas, incompletas, o de temporada y pudiendo incluso impartir clases un maestro sin estudios. La verdad es que la intención de la Ley era buena pero el objetivo de erradicar el analfabetismo no se logró hasta un siglo después, bien entrado el siglo XX.
Los primeros niños de Torrellano Alto y Bajo que recibieron instrucción primaria debían de desplazarse grandes distancias para recibir clases y lo hacían a otra partida que presumo era la de Saladas, y que reunía a los niños de estas y otras partidas tales como Vallongas o Santa Ana. Hoy sólo es un contratiempo pero en aquellos años era un serio problema, da pena pensar en niños tan pequeños desplazarse al cole a pie, con sus espardeñes, en invierno y en verano, y esas largas distancias, eso debía de desmotivas hasta el más empecinado de todos ellos.
Así nos encontramos que el 26 de agosto de 1876 los vecinos de Torrellano Alto y Bajo se unieron para solicitar a través de una instancia dirigida a la Junta Local e Instrucción "la creación de una escuela elemental de instrucción primaria para los partidos de Torrellano alto y bajo" y para que nos demos cuenta del momento histórico que se vivía diré que en ese mismo año en España reinaba Alfonso XII y se aprobó una nueva constitución instaurándose el sistema canovista de turno de partidos. ¿Y qué ocurrió en la escena política internacional de ese mismo verano?: pues Caballo Loco y sus enfadados siux pasaron por la flecha al 7º de Caballería muriendo el coronel Custer con las botas puestas. Sin duda un glorioso año.
Más adelante veremos otro tipo de instancia que iba más al grano pero esta que acabo de mencionar no tiene desperdicio alguno y nos da una idea de los tiempos que corrían, primero porque es un verdadero alegato en favor de la educación (dudo que alguien en Torrellano la pudiera escribir, sólo la pudo escribir alguien instruido, especialmente sensibilizado con la causa, encontrando trazas de sarcasmo e ironía), lo segundo que llama la atención es el número de personas que la firmaron, bueno, firmar lo que se dice firmar pocos lo sabían hacer, así que en la instancia los pocos que sabían firmar lo hacían también en nombre de los que no lo sabían haciendo constar los nombres de todos, lo hicieron Pablo Piñol, José Brotons, Jacinto Campello, Jaime Mollá, Manuel Pastor, Bartolmé Esclapez, José Candela, José Gonzálvez, Vicente Fuentes, Antonio Segarra, José Sempere... así hasta 30 vecinos, dando una imagen de unidad, siendo el contenido de la instancia el siguiente:
"Los que suscriben, vecinos de esta ciudad y habitantes en los partidos rurales de Torrellano alto y bajo de su término, a V.S., respetuosamente exponen:
Que los beneficios que la instrucción reporta a la sociedad son tan notorios y están tan al alcance hasta de las personas que carecen de ella, que no existe afortunadamente quién se atreva a negarlo ni dudarlo siquiera, cuando la negación y la duda parece que lo invaden todo en estos tiempos.
Por ello, pues, no harán los exponentes apología alguna de la instrucción puesto que sería completamente inútil empeñarse en demostrar lo que no ofrece la menor duda.
Que la instrucción primaria sea la base fundamental de toda instrucción es una verdad de la que no se puede tener duda, por consiguiente si ha de haber ilustración en un país, es necesario desarrollar en cuanto quepa la instrucción primaria; y tanto es así que no hay mejor barómetro para señalar las oscilaciones de la ilustración y hasta de la moralidad de un pueblo, que el número de escuelas de instrucción primera que cuenten.
Esto supuesto, y atendida la situación de los dos partidos rurales en que moramos, el crecido número de sus habitantes y la facilidad con que estos pueden acudir a un punto determinado dentro de los mismos a recibir la instrucción de que carecerían de otro modo, resalta la conveniencia y hasta la necesidad de la creación de una escuela elemental de instrucción primaria para dichos dos partidos, en los que, por ser los más salubres, los más llanos y los más poblados del término, no podrá ocurrir lo que en otros del mismo término cuyas escuelas han tenido que cerrarse por falta de alumnos, debida a la insalubridad y accidentes del terreno...".
La verdad es que tuvo su efecto inmediato pues al año siguiente se creó la "escuela incompleta de niños". Se puede decir que los resortes políticos y burocráticos de la época funcionaron mejor que los de ahora pues la respuesta de las autoridades fue prácticamente inmediata. Nuestros antepasados se hubieran aburrido y desesperado con la burocracia que tenemos hoy en día.
Si nos fijamos en el detalle las niñas quedaron fuera del sistema educativo, cuestión que se trató de resolver con una escueta instancia de fecha 28 de mayo de 1881 que dice:
"Jaime Mollá y Candela morador en el partido de Torrellano Alto, según la cédula que exhibe y demás vecinos de dicho partido cuyas cédulas también exhiben a S.S. atentamente exponen: Que desean que el M.I. Ayuntamiento reconociendo la importancia de la Instrucción primaria les cree una enseñanza de niñas en el indicado partido. Gracia que a mas de justicia no dudan alcanzar de la rectitud que a S.S. caracteriza.
Elche 28 de mayo de 1881.
Jayme Mollá".
Vuelvo a destacar dos hechos, el primero que la instancia no fue redactada por el solicitante, pues firmó como Jayme, antigua forma de escribir ese nombre y el encabezamiento aparece Jaime, y segundo la rapidez en la creación de la escuela ya que al año siguiente designaron oficialmente maestra para la escuela.
El siguiente paso fue conseguir que la escuela pasara a ser de "incompleta" a "completa". Es una distinción importante pues el sistema educativo de la época permitía que se impartieran en las aulas los conocimientos mínimos e imprescindibles, dejando de lado otros por falta de medios o incluso por falta de formación del maestro, además de dotarla de más medios materiales. Así nos encontramos con la siguiente instancia suscrita por 10 vecinos el 8 de marzo de 1883 en la cual manifiestan y solicitan:
"Que habiendo transcurrido seis años a esta fecha que se nos creó una Escuela incompleta de niños, a la cual han asistido nuestros hijos a recibir la Instrucción que en ella se ha dado durante dicho tiempo, y teniendo hoy la dicha de ver el mayor número de ellos sabiendo leer y escribir... pero siendo esta instrucción que vienen recibiendo nuestros hijos incompleta por ser la escuela que nos referimos la misma, no llena los fines de nuestro propósito. Por tanto, deseando que nuestros hijos se les enseñen todos los conocimientos o normas que comprende el programa de primera enseñanza elemental.
Suplicamos se designe hacer o crear la escuela de los distritos indicados a la categoría de completa designándole el sueldo que la ley exige para dicho objeto. Esta petición se funda por una parte, en lo ya indicado y por otra atendiendo al número de vecinos de estos distritos mencionados que haciende (sic) a ciento ochenta...".
Finalmente en septiembre de 1886 el maestro don Vicente Bernad Torregrosa expuso a la Junta de Instrucción que el local donde se impartían las clases era muy reducido y además no reunía las condiciones necesarias de salubridad, y "... al efecto y con el propósito de evitar los perjuicios que puedan irrogarse en contra de la salud y de la instrucción pública, el exponente amante en el progreso y adelantos en la misma tiene el alto honor de..." solicitar un local más capaz y con mejores condiciones.
Al hilo de este tema dirá que el primer maestro de Torrellano fue Vicente Bernad Torregrosa y la primera maestra Josefa Aznar Torres, de esta última se conserva su nombramiento por don Enrique Ferrer Viñerta, Catedrático de la facultad de medicina y rector de la Universidad de Valencia "... ha sido nombrada en esta fecha Maestra en propiedad de la escuela pública de niñas de Torrellano alto (Elche) provincia de Alicante en virtud de concurso de ascenso con el sueldo anual de trescientas treinta y tres pesetas treinta y tres céntimos...".
Semestralmente los profesores tenían que remitir un detallado informe sobre el número de niños matriculados, sus nombres, sus edades, el nombre de sus padres, el número de faltas y la causa de ellas.
Así podemos decir que el número medio de alumnos por clase rondaba los 10, soliendo ser las clases de las niñas un poco más numerosas, estando el rango de edad entre los 6 y los 9 años, y el año se dividía en dos cursos semestrales: de noviembre a abril (invierno) y de mayo a octubre (verano).
El semestre de invierno era el que más faltas acumulaba, en el caso de los niños una media de 56 faltas y en el caso de las niñas la media eran 6 faltas (algo similar ocurría en otras pedanías como L'Altet). La causa de esta diferencia tan descomunal hay que encontrarla en el motivo que alegaban, en el caso de los niños lo habitual era por "ocupación", y ello por cuanto los niños trabajaban a esas cortas edades ayudando a sus padres dando idea de las penurias que soportaban, en el caso de las niñas el motivo habitual de las faltas era la distancia y la enfermedad.
El verano lo cambiaba todo, las faltas medias de los niños bajaban a 4 y el número de alumnos aumentaba, se aprovechaba el verano para ir a clase (para que luego digan de los maestros, no tenían ni vacaciones). Muy pocos niños tenían el privilegio de ir dos semestres consecutivos, un ejemplo de ello lo tenemos en los hermanos Alejandro y José Campello Sempere, hijos de Jacinto y Manuela, que en el primer semestre de 1883 tuvieron 85 y 55 faltas de asistencia pro "ocupación", respectivamente, pero que en el segundo semestre del año tuvieron 16 y 9 faltas por enfermedad.
Igualmente tenían que informar anualmente de todo el material escolar del que disponían, y su estado, y para ello elaboraban un exhaustivo informe que hoy nos permite hacernos una idea de cómo era la clase, y así por ejemplo el aula de los niños de 1885 disponía de: una mesa pequeña de escritorio y un tintero; tres registros, el de matrícula, asistencia y contable; cuatro sillas y un sillón; dos cuadros, uno del crucifijo y otro S.M. el Rey don Alfonso doce; un reloj alemán; cuatro cuerpos de carpinterías; diez tinteros, seis de zinc y cuatro de cristal; diez muestras de escritura con sus cuadros; una colección de carteles con sus tableros (en mal estado); una pizarra pequeña y doce punteros; un mapa de España; dos perchas para colgar los niños las gorras; una tinaja y un jarro para el agua; dos doctrinas cristianas; dos segundos cuadernos de lectura; dos cartillas agrarias; doce cuadernos de papel pautado y una caja.
En cuanto a donde se impartían las clases diré que eran locales alquilados, hoy calificables directamente de precarios, siendo una de las mayores preocupaciones las condiciones de los mismos y el que estuvieran lo más accesible posible a todos los niños (hay que tener en cuenta que era una escuela rural y por tanto había una gran dispersión de éstos) instalándose habitualmente cerca de las ermitas, pues eran el lugar de referencia social. Recuerdo haber leído un entrañable artículo escrito por Ángel Sánchez en el que cuenta historias relatadas por su abuela y de sus vivencias en la escuela de niñas de 1888, en el que ubica la escuela a un kilómetro de Torrellano, en la casa de los peones camineros, enfrente hay un camino que se dirige a la vía del tren, y a la derecha se encontraba "la caseta de l'escola". Fue al cabo de mucho tiempo cuando se fue imponiendo en las autoridades la idea de que las clases deberían impartirse en un lugar destinado exclusivamente al efecto: un colegio.
Otra de las preocupaciones era que tuviera un mínimo de condiciones de salubridad, un tema muy peliagudo, pues a lo que ellos llamaban salubridad hoy nos escandalizarían, sólo de pensar en el atraso médico y de higiene que existía da escalofríos, estando como estamos acostumbrados a todo tipo de comodidades y recursos, pero hay que pensar como eran aquellos tiempos, con altas tasas de mortalidad infantil y sufrimiento (una idea nos la da el hecho de que en el verano de 1885 Louis Pasteur probó por primera vez con éxito una vacuna contra la rabia).
En cuanto a las materias que se daban en clases y los objetivos a conseguir estaban bien claros: lo que diera tiempo a aprender en un semestre, leer, escribir y algo de matemáticas, y en el caso de las niñas lo prioritario era tener las habilidades dignas de su sexo: bordar y coser. Me alegra saber que hoy en día todavía hay quien aún conserva aquellos bordados que se realizaron en aquella destartalada escuela.
Poco más se puede escribir sobre el tema, ningún testimonio queda, aún queda por leer algún que otro papel apilado, pero decir que el objeto del presente artículo no ha sido otro que el de dar una imagen de aquellos tiempos y el de demostrar que la historia no sólo la escriben los hombres públicos y adinerados, sino que también la escriben los hombres humildes y sencillos que sólo aspiran a ayudar a sus convecinos y a educar adecuadamente a sus hijos, sirva de reconocimiento a todos ellos.
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